Una despensa privilegiada por variedad y abundancia, junto con una cocina sabia, de profundas raíces en el espacio y en el tiempo, marcan desde siempre la gastronomía del Principado de Asturias, una de las más suculentas de la Península y nunca suficientemente conocida y extendida... salvo que se hable de lo que todo el mundo considera el 'plato nacional' asturiano, la fabada, un monumento gastronómico que no necesita presentación ni más loas de las que ya ha recibido de plumas muy ilustres. Pero Asturias da para mucho más. Su mar proporciona unos mariscos excelentes, de una categoría extraordinaria, como sabe cualquiera que se haya regalado en Tazones con un bugre (bogavante) de la zona, o saboreado unas buenas andaricas (nécoras), sin olvidar la afición del asturiano por los oricios (erizos de mar). En pescados, Asturias colma cualquier aspiración del gourmet más ictiófilo, y no sólo con el barroquismo contundente de la caldereta, sino con platos como la merluza (o la chopa, que no sólo de merluza vive el hombre) a la sidra, por no mencionar el tan querido por los asturianos pixín (rape), tantas veces saboreado frito, rebozado y en tacos, en alguna sidrería, alternando con bandejas de bocartes igualmente pasados por la sartén o la plancha. La despensa verde también es generosa, no sólo en fabes, sino en primicias tan buscadas y deliciosas como los primeros arveyus (guisantes) del año, auténticas perlas vegetales verdeazuladas de dulce sabor. Hay buenas carnes de vacuno, cosa lógica en una tierra de lluvias y pastos verdes... aunque se reverencie al gochu, protagonista, con las fabes, de la ya citada fabada; hay mención especial para los embutidos asturianos, y convendría que nadie dejase de probar un buen pote asturiano, otro contundente plato cárnico y gustosísimo. En Asturias es obligatoria la tabla de quesos, desde el sorprendente Afuega'l pitu hasta el conocidísimo Cabrales, pasando por los Gamonedo, La Peral, Beyos o tantos otros... Una repostería digna de golosos (los asturianos lo son) y, a falta de más vino que la pequeña producción de Cangas de Narcea, la mejor sidra del mundo. Y es que Asturias, además de por la vista y por el corazón, cautiva también por el paladar y el estómago.