Platos como la lubina salvaje o el revuelto de algas y oricios nos hablan del origen luarqués del propietario, José Manuel Blanco, afincado desde hace ya años en la zona de Atocha.
Pero si los pescados importan, las carnes son el orgullo, ya que este rincón presume de ser el único restaurante de Madrid que trabaja con carnes propias: tienen una ganadería en la sierra norte madrileña, de donde vienen los solomillos para el Cabrales o el gran chuletón a la piedra que nos aconseja Beatriz como jefe de sala.
Los frixuelos rellenos de arroz con leche son el postre estrella de este rincón y su receta ya es habitual para muchos vecinos de la zona.
Bodega amplia sin especiales relevancias, correcta, que incluye sidras natural y dulce.